Llegó desde un colegio bilingue que poco tenía que ver con el comportamiento bruto de un colegio tradicional de puros hombres, o mejor dicho, dejémoslo en masculino.
Al inicio no era más que un morenito alto, conflictivo, más cuico y elegante que el más de todo el colegio y de carácter pesado, digamos que principalmente difícil. Sobretodo en aquellas pichangas de recreo en las que aún sin saber ningún nombre era capaz de gritar y tratar de jugar. Aclaro tratar, porque aquellos días de novato en el colegio me imagino sus pobres canillas y dolores musculares varios. Habían matones que golpeaban en una búsqueda de control que hoy por hoy nadie entiende y más parece ridícula. Por inercia, deduzco que su semana número uno deber haber sido dura. Pero la verdad es que este tipo tiene algo en su carisma. Maneja las relaciones de una manera impecable que yo en lo personal anhelo y juega con el humor con una capacidad y fuerza que en confianza impacta por su potencia.
Recuerdo que a los pocos días de comienzos de clases de aquel séptimo dedo hizo su aparición en majestuosidad en el entretiempo de las 10. Estábamos sentados a orillas del maicillo que actuaba de cancha. Deduzco que yo no fui el primero en conocerlo ya que no entendía que diantres hacía ese arrogante entre nosotros. Pero sin chicas, el tipo demostró con creces su valía y desparramó en el suelo mi infundado prejuicio.
Mi memoria me cuenta que con un despartajo inusual Coké contó, a una barra escéptica, pero ansiosa de risas, el famoso chiste del pan que habla. Fue tal el impacto de su presentación que de un día para otro se ganó la amistad y el compañerismo del grupo más rebelde del curso, team que posteriormente se transformaría en la LD en la que yo, a modo personal, siempre lo vi como el mayor líder. Y válgame mamacita que fue positivo en su momento.
Pero no nos adelantemos que antes de media este abogado era un pendejo con todas su letras. Muy desafiante e inescrupuloso para atacar a cualquiera y burlarse de quien estuviera a su lado.
Sin embargo, memoro una vez que estábamos en su departamento y no encontramos que comer. Estábamos en aquel mismo séptimo y yo era un niñito mimado que lejos de manejarme en la cocina sabía más de despelotes sin autonomía. Pero él no, con una voluntad cariñosa preparó unos tallara que no digamos que eran maravillosos, pero si salvadores. Vivía en un departamento pequeño en Felix de Amesti, dejando en pleno juego al misterio como era posible que viviendo ahí con padres separados pudiera ser tan llamativamente refinado. Y a pesar de aquella característica que nunca cayó bien en la masa, el compadre era independiente como pocos y decidido como ninguno.
Nos veo caminando junto a otros libertarios dependientes camino a acusar a uno de los matones que con frenesí y fuerza desmedida le había enterrado un fierro en la parte posterior de la cabeza. O, eso fue cuando el matón Rigs le aforró su buen cornete en la nariz?. Confundo los recuerdos, pero ese no es el punto. Era mi amigo ya, pero se lo tenía bastante merecido. Como mencioné antes, Coké fue un pendejo hasta calculemos los quince años, cuando de un minuto y sin aviso dejó aquel escalón y se transformó por mucho tiempo en el más evolucionado de los monos.
Con su profundo criterio que arraigó desde esa época, yo mantengo en mi memoria varias y extensas conversaciones que nos pegábamos. Yo, en ese paralelo, era harto más infantil que mi amigo, pero tenía una capacidad de conversación -que mantengo- que nadie me podía igualar o sostener, quizá por aburrimiento, quizá por esa necesidad de movimiento que uno tiene a esa edad.
Además está vigente su impresionante closet. No éramos más que unos niños, pero mientras la mayoría poseíamos un par de pantalones y un puñado de poleras, este moreno antiguamente travieso tenía alrededor de un 800% más ropa que el que más. Era extraordinario ir a su casa y a propósito no llevar recambio porque en una de esas salías con boleto ganador y prenda nueva para la casa. Tampoco era un derroche, ni que fuera un abuso de muchos. Sí era en cierta medida un exceso de confianza de unos pocos, pero él, siempre gentil y generoso no dudaba -ni duda hoy- en compartir todo cuanto tiene al alcance.
Aquí menciono sólo para aflorar su virtud altruista y solidario. Más de una vez hicimos asados en los que nos quedamos cortos de presupuesto o no faltó al que le faltaban unos pesos para algo y fueron donados sin esperar reciprocidad por un sonriente Coké.
Varios paseos hicimos aquellos años y no la pienso mucho para afirmar de una que todos eran bajo su organización. Nadie tenía capacidad organizativa real, porque a los que entienden todo esto, el querido Ulloa que nunca fue un organizador, era más bien un gestor de relaciones que nos posibilitaba, casi sin faltas, la invaluable presencia de mujeres en nuestros eventos varios.
Fue también el gran gestor de nuestra comunidad. Y fue ahí mismo donde consolidó sus aptitudes de líder -ahora positivo- y nos coordinaba y motivaba a varios que no éramos muy proclives a ello, refiérase a la acción social de varias formas; desde repartir café con pancitos a mendigos en barrios marginales, hasta llevarles almuerzo y prepararlo junto a los integrantes de una comunidad. Sinceramente, yo admiraba eso. Parecía como si por naturaleza él fuera bondadoso y caricativo, siendo características que he ido desarrollando, pero que me cuestan atención y cierto esfuerzo.
No hablaré de relaciones pasadas ni esos detalles que sólo los íntimos sabían y conocían. No, no corresponde. Tampoco de conflictos intrascendentes poco afortunados.
Lo que si merece espacio es el contar el enorme aprecio, ése que sólo se forma con los años, ése que sólo se consigue por medio de lazos afines.
Y no sólo esas buenas palabras de honesta amistad, sino el deseo de una bienaventuranza en este nuevo camino. En este trayecto nuevo para nuestros pares. Una dirección que trasciende nuestros importantes pasados para vislumbrar el futuro de una pareja que a todo momento me cayó simpática. Ambición de una felicidad que no es una meta, sino éste recorrido que con empuje y coraje mi querido amigo comienza, para orgullo de todo su entorno.
Para que decir de los padres, que te reciben como a un hijo a pesar de mucho. Que abren sus puertas con gráfico amor verdadero. Dicen, me han contado, que de tal palo astillo y eso, en este caso, se confirma con plenitud.
Un beso y un abrazo para aquél; nuestro primer marido en la extinta LD.
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