Mejillas sabias

Hoy estoy de cumpleaños, pero en esta ocasión no quiero dedicar sentidas palabras a mi ego individualista, sino realizar un homenaje a un hombre de esos diferentes en un entorno de comunes. Un arrugado ser que dejó huella presente.

Era un hombre en el que sus aspiraciones estaban concentradas en sus afectos. Pero no desde el discurso retórico como nos repiten con ahínco en una sociedad perdida en ideas, sino desde una acción constante e inalterable, y palabras con tono demostrando sapiencia, siempre bien encaminadas en aprendizaje, humor, tolerancia y generosidad.

De una época, recuerdo aquel escritorio con tantas cosas interesantes. Tantos cachivaches, que, de muchos, en mi tierna pre adolescencia curiosa yo no sabía ni el nombre. Pero había un mundo ahí para mi imaginario personal; tocadiscos, máquina de escribir, diccionarios centenarios con letras doradas. Y juguetes, abundantes juguetes que éste gran hombre adquiría con pasión por el compartir, para disfrutar a la distancia de esa inocente sonrisa de un nieto feliz que refresca las energías.

Y de esos años, también estaba el taller. Ahí mi memoria me trae la imagen de miles de herramientas organizadas en un desorden magnífico. Clavos, tornillos, maderas. Fierros. Puntas, ángulos. Ahí se podía hacer bastante sin saber mucho. Yo de peque interactuaba con los alambres forrados en plásticos de múltiples colores. Me parecían sorprendentes y brillantes, solía ponerlos a lo largo de mi vista y seguir la autopista de color al infinito.

i abuelo me miraba como a los lejos desde unas sillas emblemáticas a sabiendas de que cuando se acercaba, nos ponía reglas. Era una dialéctica de libertad positiva. Una dinámica natural, ya que su intrínseca alegría de vivir estaba justamente en que otro hiciera uso de lo que él, con esfuerzo, hubo de lograr.

Por eso dedico este homenaje a ese iluminado que transmitía su fuerza tranquila, gustos y sinceridad. Lágrimas aún caen en mi rostro hoy adulto ante las imágenes de una celebración especial. Una en la que la tristeza era tan profunda y extensiva que la sentías sin pertenecer al clan. Allí había ex empleados, amigos, compañeros, colegas, vecinos, conocidos. Todos sentían que despedíamos a un hombre de aquellos, de los que quedan en la retina de la inmortalidad ganada.

Entonces como no, en mi cumpleaños celebro con algarabía a mi abuelo. Festejo así el regalo que el universo me legó de estar de natalicio en la misma fecha que uno. Una causante que ha ligado mi vida y mi futuro a la memoria de los principios que rigen mi existencia.

Por eso, gracias Tata, celebro lo maravilloso de que puedas vivir aún en otros.

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12 thoughts on “Mejillas sabias”

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