Viejo y Ana

Cómo escribir una carta de agradecimiento cuando hay tanto que agradecer y a momentos uno se abruma de solo pensarlo. Es como un ejercicio de astronomía en el que los límites rozan los alcances del infinito desconocido. Un desde sin hasta, más allá de las leyes del tiempo y el espacio.

Suelo quejarme en base a mis expectativas, vociferar con un sentimiento hipócrita de rebeldía por ideales que no están más que en mi mente y en mis sueños confundidos. Una acción cándida que representa mi ceguera involuntaria, que mezcla fondo y forma como en los hilos de una gruesa cuerda.

Cada detalle demuestra la emoción del amor cotidiano, uno complejo de descifrar. Un ejemplo de personalización, un esfuerzo notable por transmitir más allá del bonito relato familiar eso que nos une desde dentro de nuestros universos, enredados en canales sobrepuestos.

Como agradecer por el génesis, por ese sacrificio secreto, silencioso, que atraviesa la humanidad propia de ustedes como guías y maestros. Ora por el derecho a la vida ora por la posibilidad de sonreír.

Somos víctimas de temperamentos y disidentes de experiencias mal manejadas que quedan como capítulos ocultos en una novela que aún se desarrolla. Un libro en el que los nuevos caracteres se escriben con color y música.

Cómo decir con la intención profunda de ser más que mis palabras y más que mis actos. Cómo exponer mi vulnerabilidad en bandeja de plata a las únicas personas con las que creo deberles algo hoy. Una deuda que no tiene valor, mas ensimisma es una riqueza contemplativa.

Agradecer por esos ojos que ven más que la vista, por ese instinto que supera los sentidos, por esa naturalidad incomprendida por otros. Por cada miga de un pan que ha sido compartido y que en lo personal me he devorado con cierto egoísmo nimio.

Definitivamente no hay forma de decir todo esto. No existe, ni mis grandes intenciones ni mi deleite en las letras para comunicar algo están a la altura.  Son solo un tributo y un homenaje nunca será suficiente para agradecer a los padres.

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