La despedida de José Melinao Marcelo Salas ha colocado en el tapete, por todas partes, la discusión sobre finalmente quien fue mejor. Debate hiper estéril, porque cualquier aficionado del fútbol chileno sabe que si por obligación, sólo si es un deber, habría que elegir alguno, el que se lleva el premio es Elías Figueroa, uno de los grandes de la historia según la propia FIFA.
La comparación entre El Matador y Bam Bam la he visto en todos los medios periodísticos, radio, televisión, prensa escrita e Internet y, además, en el debate popular ejemplificado como punta del iceberg en el nunca bien ponderado Facebook.
Pero digo que esta confrontación es un completo sin sentido ya que aún jugando en el mismo puesto y siendo contemporáneos la realidad de uno y otro es diferente.
Bam Bam ostenta como mayor logro haber sido Pichichi de la Liga Española en el Real Madrid. Fue además tercero con la selección en las olimpíadas, equipo que lideró por completo y era el capitán. Como veterano aún jugaba en la competitiva Seria A en el Inter de Milán, en el que Zamorano no era titular indiscutido, pero jugaba y harto, incluso hizo unas cuantas tripletas en el Internazionale. Todo eso destacando el logro de abrir las fronteras al fútbol chileno, poco observado en esa época por el resto del mundo, escenario muy distinto al de hoy, donde es muy factible que estrellas locales salten directamente, y por cuantiosas sumas, al exigente fútbol europeo. Eso es gracias a Iván.
Por su parte, El Matador ha salido campeón en todos los clubes en lo que estuvo y en varios de ellos fue la estrella y además fue elegido el mejor de América. Sin embargo, no fue goleador de liga ni en River, ni en Lazio, menos en la Juventus.
De la U campeona 94’ y 95’ -que robo, pero ese es otro tema- era la máxima figura del plantel y se encaminó a Argentina. En Los Millonarios fue un ídolo, hasta ser considerado hoy por hoy uno de lo máximos de la institución. Famoso el relato: ¡Salas y River campeón! ¡Salas y River campeón!
De ahí partió a la Lazio, equipo chico tirado a grande, pero que justamente fue esa la mejor etapa de su historia. Allí Salas también fue ídolo y figura y partió a la Juventus, único desafío, a mi parecer, de primerísimo primer nivel. La Juventus de esa época era como el Manchester United actual y estar ahí era la gloria, en cambio, la Lazio hubiera sido como el Werder Bremen o la Roma actuales. Es ahí donde esta la prueba de fuego porque en Turín Marcelo apenas jugó, se lesionó, fue dos años parte de un equipo por el que jugo poco y nada. De ahí vuelta a River, donde hizo buenas campañas, pero no espectaculares y luego la U, donde se retiró con menos glorias de las que partió antaño al extranjero.
Ahora vamos a las características. Zamorano tenía el mejor cabezazo de ese momento, acompañado de un salto impresionante, siendo considerado hoy uno de los mejores goleadores pívot. No era talentoso, pero era puro esfuerzo y corazón. Con sus patas flacas, pero el pulmón enorme, el compadre simplemente batía a cualquiera. Le tocaron siempre planteles estelares y siempre destacó. No era hábil, ni rápido, ni tenía una pegada espectacular, era todo un maestro del mérito.
En la otra vereda, Salas fue tremendamente evolutivo. En la U era sólo un lauchero con buena ubicación y un peligro potencial. En River Plate se hizo hábil y aprendió del trato y de la pegada. En la Lazio aprendió de pases y liderazgo, transformándose en esa etapa en uno de los delanteros más completos del momento. Él tenía todo, ubicación, cabeza, pegada (con ambas aún siendo zurdo), pases cortos y largos y muy aceptable velocidad, además de ser explosivo. Con el tiempo El Matador aprendió sus intuiciones futboleras y eso lo hizo grande, sin desmerecer su permanente compromiso y buen deportista, pero hay que tener en cuenta que Salas siempre fue de los que hacía un asado antes del partido y se tomaba unas piscolas por ahí, de repente, por la buena onda como quien diría.
En goles importantes ambos hicieron, aunque me quedo principalmente con los de Melinao, como el de River de mitad de cancha, el de Chile contra Inglaterra y el del Mundial cuando le ganó el salto a Cannavaro.
En fin, después de este análisis afirmo que esto de las comparaciones es una reverenda estupidez por una tesis muy simple; comparar, resta. Y acá, en el culo del mundo, lo que menos debemos hacer es restar y en vez de todos los medios hacer comparaciones sobre quien fue mejor deberían cubrir las maravillas que hicieron juntos para así sumar y hacer la operación correcta.
Siento, además, que esto de forzar la comparación está muy relacionado con la búsqueda de líderes por un lado y por otro, la estúpida barrera que colocan las oposiciones de los hinchas y clubes porque más que mal, Zamorano fue más chileno que colocolino y así lo demostró en su carrera y en su despedida y Salas fue más chileno que azul y mismo cuento, se comprobó en su carrera y en su despedida.
Por último, el tema es muy semejante en el tema Riera vs Pellegrini. ¿Hasta cuándo de comparaciones? Rescaten y valoren lo positivo y sientan orgullo, no vulgares recelos.
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