Romanticismo en felicidad

La felicidad como el amor son emociones extrañas, misteriosas, muy inquietas. Son tan abundantes que pasan desapercibidas. Y las personas ya no las ven. Ya no las sienten. Se quedan en los paradigmas.

Nunca había escrito romanticismo en felicidad. Para mi el amor ha sido por décadas desde esos aires iniciales tan bellos hasta la intensidad propia de los tórtolos iluminados. Pero nunca he escrito como ese cariño me hace feliz. Cómo esa risa me hace feliz. Cómo esa piel junto a la mía me hace feliz.

Mientras, sigo pensando en ese momento mágico cuando las cosas suceden. Esos instantes hermosos y espontáneos. Esos que son los verdaderos primer beso. Son los que recuerdas cuando deseas algo más.

Y es que, cómo unir el amor y la felicidad más que en ese destino ideal con el cual soñamos, como la pieza perdida en un puzzle finito. Esa especial personita única que hará que te produzcan tiritones a veces, mariposas cuando la ves y revoluciones cuando la abrazas.

Cómo comprender hoy lo que antes no tuve y como explicar lo que en el pasado desconocí.

Esta unión emocional abarca bastantes elementos más allá incluso de lo que sentimos. Incluye palabras precisas, toques inusuales y miradas de quinceañero.

Cómo escribir romanticismo en felicidad no es tarea fácil. Requiere haber pasado por la infelicidad, por la búsqueda de la verdad extraviada en los manuales.

Y no es una pretención. No es algo que está disponible para cualquiera. Es algo presente, de connotaciones sanguíneas. El líquido rojo existe aún más en el amor con felicidad.

Cómo entenderlo sino en esa magnética sensación que ambos experimentan. Ese tan cuestionado sentir de posición con el cual muchos se asustan.

Y es que amar en felicidad es como ese tesoro enterrado. Que no tiene reglas, y el dueño es el valiente e inquieto pirata que lo descubre y que entiende, el valor de las joyas que encontró bajo tierra.

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