Inspiración de otros: ovejas blancas entre negras

Tengo ganas de escribir. Es la energía vital del artista. Tras ver la historia de Van Gogh pintada por cientos de artistas, me encuentro a mí mismo, como un poema efecto espejo que se trata de tu esfuerzo por ser quien en realidad eres. Me encuentro en mi soledad y en mi identidad como valores únicos de mi persona. En ese carácter distinto que te hace diferir del mundo. A ellos no les gusta y a uno le importa menos. Cada día que pasa soy más yo, éste regalo me da la vida en este momento de alegre melancolía. Y para mi historia, eso es un éxito inexcusable.

Saber que ese sentir, esa corriente que te atraviesa tiene un significado. Un resultado que se canaliza y te construye.

Soy un escritor con pocas palabras, pero las distribuyo con maestría como los colores en una obra de arte de un pincel escurridizo al crítico ocasional.

A veces, estas letras fugaces fluyen, pasan como el afluente del río. Nada se puede hacer con la inspiración más que aceptarla. Y hacerla propia. Y de una manera extraña decirle al mundo que no importa la molestia. Esa energía sigue siendo tuya. Porque es nativa. Porque es como ese rayo atravesando un árbol. Ese ser son nuestros temores, de los cuales nos hacemos presa fácil si paradójicamente no existe esa energía. Es que esa energía es la motivación del artista. Excluyente de razones es más bien un completo sin sentido. Que se desvaloriza en sociedad. Porque no es material ni da riqueza y sobretodo, sus argumentos abstractos hasta para el que las pronuncia.

No hay éxito sin las letras que empasto en la vida de nadie. No existo si mis mezclas incomprensibles no quedan marcadas. Es la huella, la que deseamos extender como un lienzo eterno. Como el sudor intelectual que derrocha nuestra presencia.

Que increíble la inspiración. Como ese ir y venir de un carrusel circular imperenne. Y que continúa a pesar del cierre de puertas del carnaval.

No hay quien comprenda si no crea. No hay quien entienda la necesidad involuntariosa de decir algo, no por el respeto o admiración de un tercero, sino porque las manos interactúan con el teclado con liviandad admirable. Un automatismo impresionante que mis dedos acceden a ejecutar. Como el lazo vinculante entre una energía potente invisible y manipuladora, que no permite un no como respuesta, aun en su propia contradicción vital de ser uno el dueño de su cuerpo. Pero no de esta energía tonta, energía tozuda, energía de nadie dueña de todo.

Voy viajando en la oscuridad. Y lo único que siento es luz. Como si esa inspiración mencionada fuera la lumbre de un pasadizo complejo de terreno irregular y piedras que caen desde su cielo terruño.

Como decirle a ese ignorante de la inspiración que no es algo que se provoca ni que se busca y que llega a veces en momentos impensados como éste, rodeado de bocas silbando su sueño en el susurro común de la noche simple.

Y lo más increíble de todo es que como viene te abandona. Porque la inspiración no es de uno y no es tuya. Es de un inconsciente colectivo y cultural que no le pertenece a nadie o que nos pertenece a todos. Pero ¿quiénes somos esos todos? ¿Cuál es la credencial de identificación de quienes vemos orgullo en la muerte y desgracia en la vida? ¿Cuál es el pasaporte internacional entre lenguajes abstractos que no se comunican?
¿Qué rol cumplimos los que sentimos este fuego que nos quema sin preguntarnos si en verdad lo deseamos? A quien elige esa energía para penetrar en la mente del autor desdichado y hacerlo su esclavo digo preguntando o pregunto diciendo, aclamo.

¿Será esa inspiración la misma energía del músico, del pintor, del escultor o el artesano? Ese artista del comercio callejero que sin regalías ni premios crea sin permiso lo que otros consumen como un valor auto adquirido, pero reprobándolos, por el poder de un sistema enfermo que no perdona la excelencia del contraste ajeno de las ovejas negras en sociedades blancas.

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