Blood Brother

Documental experiencial, cámara en mano, en el que un americano estudiante universitario viaja

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a la India rural para darse cuenta que su vida toma sentido en esas inhóspitas tierras, abundantes de  miseria, por sobre la comodidad de una vida estándar en Estado Unidos.

Luego parte de nuevo a la India y es desde este punto que la obra gana interés. El director, Steve Hoover, desea acompañarlo y registrar el viaje con el plan de poder entender las motivaciones de su mejor amigo. Y es por medio de la cámara y el sonido –sobresaliente banda sonora- lo que te hace comprender lo distinto de Rocky Braat.

Rocky Ann, el mismo hombre apodado así por los niños –significa hermano y de ahí el título del documental-, es impulsado por una experiencia intensa y decide estar -para aportar- donde él cree que debe estar. Él se describe así mismo como un tipo común y corriente, sin grandes talentos. Pero se equivoca.

Y es que no vemos a un tipo idealista. O un tipo aventurero y rebelde. Acá vemos a un hijo de vecino mover montañas, salvando vidas, priorizando la vida ajena. Un tipo de esos anónimos que practican con el ejemplo. Sin discurso. Sólo actos y profunda entrega, tomando decisiones a costa de los posibles riesgos, incluida su propia vida.

Al final, entendemos el gran valor de un documental crudo y duro –repito; crudo y duro- que se exime de excesos fílmicos para mostrar el poder del amor desinteresado en el otro. En este caso, niños emotivos y alegres, muchos enfermos con VIH, pero que en sus almas inocentes tienen un poder ilimitado.

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