Playtime

Hay ciertas películas que juegan con situaciones de la vida cotidiana y que por lo mismo, ganan reconocimiento. Playtime es de esas. Una película atípica que avanza lento pero seguro a un climax tan alocado como posible en la representación del show dinámico de la vida con una irreverencia sutilmente descriptiva.

Sólo dos protagonistas distintos en una corriente que empuja a ser parte de un sistema. Con voluntad o sin ella, esta fuerza se equilibra en base a un estándar y al cómo se nos pasa el día –y la vida- incomunicados, haciendo para agradar cuando en la intimidad no se agradan ni ellos mismos.

París, dicen que es la ciudad del amor; romántica, bella, motivante.  Pero acá, París no es más que un lugar atochado, representante de una dificultad burlesca para hacer cosas fáciles -a veces estamos tan cerca o tan accesibles, pero no conseguimos verlo-. Sin embargo y a pesar de ello, esta famosa ciudad es capaz de mostrar sus virtudes al reflejo de la rutina.

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Playtime es una sátira a las complejidades que presenta la tecnología mostrándola como una herramienta a favor de las ridículas burocracias modernas en un mundo que no alcanza a estar preparado para el paso siguiente y en el que la flexibilidad y la improvisación son tan importantes como la planificación.

Tiene una estética que parece hecha en escala de grises, pero sólo es un efecto maestro de un director que sabe lo que quiere decir (el genial Jacques Tati) y el cómo hacerlo, acompañado por un extraordinario uso del sonido y diálogos mínimos basados más en la comunicación corporal.

¿Quién no se ha sentido perdido en un mundo que desconoce?

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