Al principio, Twitter no me gustó. Como periodista lo encontré superficial e intrascendente. Sin embargo, se volvió expansivo en sí mismo y bastante útil.
En una reunión social, uno pensaría que a los comensales hasta les molesta. Pues bien, eso sucede – rebatible-: porque la gente que critica Twitter tras uso son personas que no llegaron a entender el meollo del asunto. Entonces, vamos a explicar cuál es:
El primer punto es un factor sociológico, económico y social. Y es que Twitter democratiza las comunicaciones a un nivel superlativo. Tú le puedes escribir a un personaje y es posible que te respondan. Hasta probable. Eso genera un canal abierto y horizontal, inexistente antes en la historia. Es una revolución.
En segundo lugar, se convirtió en la piedra angular del periodismo en crisis histórica mundial. No hay medio de comunicación que no tenga cuenta en Twitter y hay pocos periodistas al margen. Esto la transforma en la máxima plataforma informativa hoy, incluso más que Google y que Facebook.
Esta relación entre periodismo y Twitter es íntima. Y es que se come conceptos como la exclusividad, inmediatez, la información como producto, pero sobre todo, el de la primicia. Esto sucede porque funciona y, cuando alguien X quiere comunicar algo de forma instantánea, Twitter es el elegido (emergencias, catástrofes).
Que los periodistas le den amplia cobertura permite a los usuarios “sentir” que están informando y en esa línea indicaría a esta red como la llave del periodismo ciudadano.
El resultado de esa convergencia es que el usuario casual de Twitter se entera antes y de primera fuente de sucesos puntuales y hechos de impacto.
Hay además un sentido de comunidad en la red que para los incrédulos es complejo de entender. Esta red se hace eco de fenómenos abrumadores de la sociedad como la polarización, pero acá hay una red dispuesta. Más allá de estar abundante de violentistas y bots, hay como un código que permite la conversación a pesar de que como, en el mundo real, está repleta de Kubiacs capitanes del equipo predispuestos a golpear. Pero esa noción de comunidad es fundamental en Twitter. Los usuarios perjudican a los que insultan en un sistema auto regulado.
El escenario lo configura como un aliado del consumidor minorista. Acá en Chile las empresas contaban con canales de reclamos inútiles. Y las quejas, exigencias válidas de los consumidores y sus demandas, eran menospreciadas. Pero en Twitter, tú le reclamas a una empresa y se asustan del potencial impacto. Como la red la ve el mundo periodístico, para las empresas su prestigio está en juego y como está proyectada esa estructura de comunidad, un político o un famoso puede empatizar y llevar tu reclamo a un nivel superior.
Durante años, las empresas creyeron, que podían hacer caso omiso de las redes sociales. Está claro, por los incontables resultados negativos que genera, que eso no es una alternativa. Se ha comprobado en esta disciplina que el manejo de crisis unicanal y jerárquico es un método obsoleto. La empresa está obligada a responder, y en menor medida, predispuesta a hacer algo al respecto.
En Twitter, se deja ser, unos y otros pueden dar su opinión de manera abierta, sin que se le mezclen sus roles o cargos y solo Instagram tiene un peso similar al momento de permitirle a cualquier persona hacer uso al derecho de libre expresión.
Todos estos elementos hacen de Twitter y las aplicaciones descentralizadas un protagonista en la nueva economía en la que reina Amazon, Apple, Facebook, Google o Microsoft. Esta es la época en la que el mayor servicio hotelero del mundo no tiene un piso en el mundo.
¿Y las fake news? En Facebook o Instagram uno puede hablar tonteras y más bien excepciones, no replican. Efecto contrario a lo que sucede en Twitter y en LinkedIn. Esto sucede por segmentación. Basta con explicar que si yo publico una boludés en Twitter es muy probable que salga un experto y me mande a freír papas al África. Pero si hago lo mismo en Facebook o Instagram, no. Los expertos, al menos los que quieren comunicar, no están ahí. Y acá, hago énfasis en otras diferencias. En Instagram, lo común son usuarios visuales; el chef, la maquilladora, el gimnasta. Y construyen comunidad en base a esos intereses. En Twitter los intereses van más desde el intelecto light. En Twitter se habla de política, de sociología, de filosofía, de naturaleza, etc. Y en Linkedin; de emprendimientos, de empleos, de tecnología, etc. Sí, eso es discutible.
Y llego al punto final y es que Twitter es adictivo. Es tan potente que genera una sensación de ser parte, que para el ser humano, es una delicia en la pirámide de necesidades de comunicacional social. Supongo, que Maslow estaría de acuerdo.
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